Los tres reyes magos, ¿y qué tal si recreamos la versión y contamos que tres reinas se acercaron con sus dones al regazo de una madre?

De tanto en tanto los nuevos paradigmas cambian sus figuras míticas, y en el cambio se impone otra sustancia a la creencia, y se suplantan visiones. Hubo un tiempo, anterior al rapto de figuras míticas conectados a la vida, como lo fue en la prehistoria una madre (entonces nuestra raza corría peligro de extinción, seguramente una madre dando a luz representaba la inmortalidad).

La idea de una virgen dando a luz data de tiempos en que el hombre entendía el símbolo como un lenguaje del interior. Las excavaciones en Catal Huyuk abundan en evidencias de comunidades adoradoras de lo femenino como un poder vivificador del ser humano y su entorno. En aquella época, anterior a la formación de paradigmas de dominio y autoritarismo, la virginidad en las figuras míticas no implicaba ausencia de relaciones, sino una fórmula para mantener el reino interior aislado de influencias externas que pudieran dañarlo. Que una virgen diera a luz implicaba reconocer el milagro de los frutos que cada uno puede engendrar.

Tres reyes, tres reinas, lo fundamental está en que traigan dones a nuestro regazo de seres que dan a luz milagros cotidianos.
Yolanda Ramírez Michel
Si te agradan estos temas, puede interesarte este taller: https://www.yolandaramirezmichel.com/mitolog%C3%ADa?fbclid=IwAR0KeiDrXj9Evu6hy9GqVU1onqXn6X4cezXq0Gp4n27iTTrywSFz6_hVw7I
Y hablando de estas nuevas versiones, o recreaciones, mi amiga Grace Miranda me mandó este texto que creo conveniente compartir:
Las Tres Reinas Magas*
-por Florentino Ulibarri-
Y aunque no lo digan las crónicas,
también llegaron mujeres sabias
desde los cuatro puntos cardinales.
El fuego ardía en su seno
mucho antes de ver la estrella en el cielo.
Caminaban en oscuridad fiándose
de que la tierra se iluminara cada noche
con la luz de las lucernas más humanas.
Llegaron mujeres sabias
libremente y por propia autoridad,
sin ocultarse y desafiando las costumbres,
sin pedir permiso a ningún rey,
siguiendo sus intuiciones y sueños
su anhelo y el ritmo de su corazón,
cantando canciones de esperanza
y abriendo camino a la dignidad.
Llegaron en silencio, de puntillas,
sin ruido, sin parafernalia,
sin provocar altercados ni miedos,
sonriendo a todos los peregrinos.
Llegaron de forma contracultural,
no les quedaba otro remedio.
Nadie levantó acta con sus nombres,
pero dejaron huella y recuerdo imborrable.
Llegaron y trajeron regalos útiles:
agua que limpia, fuego que ilumina,
pan de la tierra y leche de sus pechos.
Llegaron con mantas para envolver,
frutos secos para compartir,
aceites para curar y ungir
y nanas tiernas en sus gargantas
para alegrar y dormir al que iba a nacer.
Ayudaron a María a dar a luz,
y cuando gemía con dolores de parto
le susurraban bendiciones de su pueblo.
Se quedaron en Belén muchas lunas,
y encontraron para la familia un lugar digno.
Y enseñaron a otras su arte y oficio,
con paciencia, ternura y tino
hasta que surgió una red de solidaridad.
Llegaron mujeres sabias
y alzaron su voz, sus brazos,
su sabiduría, su cuerpo, su espíritu
contra la matanza de inocentes.
Y se marcharon por otro camino,
igual que lo hacen siempre,
sin prestar atención a los cantos triunfales,
para proteger a los hijos más débiles.
Se marcharon a su tierra.
Pero vuelven una y otra vez en esta época
y en todos los momentos importantes,
cargadas de dones, risas, besos
de vida, canciones y paciencia
Dicen que es su trabajo y oficio;
pero no, son nuestro sacramento
y nuestros sueños mágicos despiertos.
Vestidas sin llamar la atención
están ahí, al borde del camino,
en los cruces y duelos de la vida,
en los oasis y en los desiertos,
en el límite de nuestro tiempo,
en los campos de refugiados,
en el umbral de la conciencia,
ofreciéndonos lo que más necesitamos.
Danos ojos para verlas ahora,
antes de que se marchen por otro camino,
y sólo sean sombra para nosotros.
Déjanos sentir el aroma de su presencia,
la sonrisa de su rostro, la leche de sus senos,
el calor de su espíritu y de su regazo
y toda la ternura de sus corazones vivos.
Déjanos abrazarlas para no olvidarlas.
Siempre llegan mujeres sabias,
oportuna y solícitamente,
a Belén y al reverso de la historia,
y son los mejores reyes magos
de las crónicas evangélicas no escritas.
